Al llegar a los 40 años, entenderás que lo más profundo de la vida, en última instancia, es el egoísmo y la soledad. Una vez temimos tanto la palabra egoísmo, esforzándonos por obtener reconocimiento a través de nuestras contribuciones y manteniendo relaciones a través de compromisos. Hasta que un día descubrimos que aquellos a quienes necesitamos alcanzar de puntillas, en realidad nunca estaban dispuestos a agacharse por nosotros. La verdad de la vida es que los demás se acercan a ti porque la luz que emanas ilumina su camino, y al darse la vuelta, simplemente han encontrado una fuente de luz más brillante. Lo que se dice de permitir que todo suceda, no es resignación pasiva, sino recuperar el control sobre el mundo que está en nuestras manos. Permitir que los amigos se dispersen, porque el tiempo de sincera compañía ya ha cumplido su misión. Permitir que las contribuciones no tengan retorno, porque la alegría de dar es en sí misma la recompensa más inmediata. Incluso permitir que la enfermedad llegue, porque el cuerpo nos recuerda con el dolor que le debemos mucho descanso a nosotros mismos. Cuando dejas de aferrarte a ser comprendido, puedes realmente comprenderte a ti mismo; cuando dejas de desear ser llenado, comienzas a completarte. Es como estar en un desierto, finalmente reconociendo que el viento es inherentemente variable, y por lo tanto aprendes a construir un muro contra el viento para ti mismo. Querido, debes cultivar crisantemos en tu propio mundo, y en el mundo de los demás, dejar que las nubes se desplieguen. Esto no es indiferencia, es claridad; tampoco es rendición, es otro tipo de valentía. Atreverse a reconocer que, al final, este viaje debe hacerse solo. Así que, usa la energía para agradar a otros para nutrirte a ti mismo, convierte tus manos que piden en abrazos para ti mismo, coloca tus manos sobre el corazón y dile a ti mismo: has tenido un camino difícil. En nuestra vida, lo que realmente debemos aprender es que, sin importar cuán grandes sean las tormentas, siempre tenemos la capacidad de hacernos felices. Nacer no es algo que puedes elegir, el matrimonio a veces depende de la suerte, lo único que puede hacer que vivas bien esta vida es tener la capacidad de ajustar tus emociones. El viento escucha al viento, la lluvia escucha a la lluvia; aunque este mundo parezca complicado y caótico, en esencia, sigue siendo el mundo de una sola persona: el tuyo.

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