La aparición de la IA generativa está transformando profundamente la forma en que se produce en el mundo digital. Ya sea en el entrenamiento de modelos, la inferencia o el ajuste personalizado, el funcionamiento de la IA plantea demandas sin precedentes en cuanto a la velocidad de acceso a los datos, la integridad y la gobernanza de permisos. Cada llamada es una colaboración en tiempo real sobre potencia computacional, datos y valor. Sin embargo, la infraestructura que soporta todo esto sigue rezagada: la gran mayoría de las aplicaciones de IA todavía funcionan en entornos de nube altamente centralizados, como AWS o Google Cloud. Estas plataformas ofrecen servicios de computación estables, pero presentan defectos estructurales en términos de propiedad, distribución de beneficios y auditoría: el sistema de permisos es cerrado, el proceso de autorización no puede ser verificado y no hay una relación directa entre las ganancias de los contribuyentes y el uso de los datos. El resultado es que el proceso de creación de valor en el ecosistema de IA depende en gran medida de la plataforma, pero es difícil lograr una distribución equitativa del valor.
Al mismo tiempo, los exploradores del mundo Web3 también están intentando resolver este dilema de manera descentralizada. La aparición de protocolos como Arweave y Filecoin ha permitido que los datos tengan "persistencia" verificable y a prueba de manipulaciones, pero esta capacidad aún está lejos de la "activosización". Los aspectos clave como la confirmación de derechos sobre los datos, la concesión de permisos, la distribución de ganancias y la gobernanza siguen estando fragmentados, careciendo de un estándar unificado. Esto hace que una gran cantidad de datos y activos modelos potenciales solo puedan permanecer inactivos en la capa de almacenamiento, sin poder entrar en la verdadera circulación del mercado. En otras palabras, ya podemos almacenar los datos de manera segura, pero aún no podemos utilizarlos, liquidarlos y distribuirlos de manera segura.
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La aparición de la IA generativa está transformando profundamente la forma en que se produce en el mundo digital. Ya sea en el entrenamiento de modelos, la inferencia o el ajuste personalizado, el funcionamiento de la IA plantea demandas sin precedentes en cuanto a la velocidad de acceso a los datos, la integridad y la gobernanza de permisos. Cada llamada es una colaboración en tiempo real sobre potencia computacional, datos y valor. Sin embargo, la infraestructura que soporta todo esto sigue rezagada: la gran mayoría de las aplicaciones de IA todavía funcionan en entornos de nube altamente centralizados, como AWS o Google Cloud. Estas plataformas ofrecen servicios de computación estables, pero presentan defectos estructurales en términos de propiedad, distribución de beneficios y auditoría: el sistema de permisos es cerrado, el proceso de autorización no puede ser verificado y no hay una relación directa entre las ganancias de los contribuyentes y el uso de los datos. El resultado es que el proceso de creación de valor en el ecosistema de IA depende en gran medida de la plataforma, pero es difícil lograr una distribución equitativa del valor.
Al mismo tiempo, los exploradores del mundo Web3 también están intentando resolver este dilema de manera descentralizada. La aparición de protocolos como Arweave y Filecoin ha permitido que los datos tengan "persistencia" verificable y a prueba de manipulaciones, pero esta capacidad aún está lejos de la "activosización". Los aspectos clave como la confirmación de derechos sobre los datos, la concesión de permisos, la distribución de ganancias y la gobernanza siguen estando fragmentados, careciendo de un estándar unificado. Esto hace que una gran cantidad de datos y activos modelos potenciales solo puedan permanecer inactivos en la capa de almacenamiento, sin poder entrar en la verdadera circulación del mercado. En otras palabras, ya podemos almacenar los datos de manera segura, pero aún no podemos utilizarlos, liquidarlos y distribuirlos de manera segura.
Esta falla estructural