La teoría de la “mano invisible” propuesta por Adam Smith hace más de 300 años sigue siendo la respuesta estándar en las aulas de economía: la búsqueda del máximo beneficio personal, que sin querer promueve la optimización de los recursos en toda la sociedad. Suena perfecto. ¿Pero qué pasa en la realidad?
La teoría suena muy bien
En resumen, la mano invisible describe un proceso en el que: el comprador quiere productos baratos, el vendedor desea beneficios, ambas partes obtienen lo que necesitan y el mercado alcanza automáticamente el equilibrio. Los productores aumentan la calidad del producto para ganar dinero, y los consumidores votan con su billetera eligiendo los mejores productos. No hay nadie al mando, pero los recursos se distribuyen de manera ordenada.
En el mercado de inversiones es igual. Los inversores minoristas e institucionales compran y venden acciones según sus propios objetivos, y sus comportamientos de negociación determinan el precio de los activos. Las acciones de buenas empresas suben, obteniendo más financiación, mientras que las malas empresas son eliminadas. Parece que el mercado está llevando a cabo automáticamente una selección natural.
La pregunta es: la realidad no es tan limpia.
Las externalidades negativas han sido ignoradas. Una fábrica que busca maximizar sus beneficios puede verter desechos sin tratar. El costo de la contaminación es asumido por la sociedad, no por el productor. La mano invisible ha fallado aquí.
La falla del mercado está en todas partes. La teoría asume competencia perfecta y participantes racionales, pero los monopolios, la asimetría de la información y la manipulación están presentes en todas partes. La información que tienen los inversores minoristas al comprar acciones es muy inferior a la de las instituciones.
La desigualdad de la riqueza es ignorada. La mano invisible no se preocupa por la equidad en la distribución. El resultado es que unos pocos acumulan riqueza, mientras que la mayoría queda rezagada. Infraestructura, educación, cosas que el mercado no puede proporcionar de manera efectiva, son inalcanzables para los pobres.
Las personas no son racionales en absoluto. La economía del comportamiento ha demostrado que nuestras decisiones están llenas de sesgos, emociones y la psicología de la multitud. ¿Es racional que un minorista con FOMO compre alto y venda bajo?
¿Así que?
La mano invisible no es una llave maestra, ni es una prueba de que el mercado nunca se equivoca. Es efectiva bajo ciertas condiciones, pero en muchos casos requiere regulación, intervención y guía humana.
Para los inversores, no confíen demasiado en que el mercado corregirá todo por sí mismo. Las burbujas, colapsos y manipulaciones ocurren todos los días. Es importante entender cómo funciona el mercado, pero es aún más importante saber cuándo el mercado fallará; ese es el verdadero riesgo.
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¿Puede realmente la "mano invisible" del mercado autorregularse? Lo que los libros de texto de economía no te cuentan.
La teoría de la “mano invisible” propuesta por Adam Smith hace más de 300 años sigue siendo la respuesta estándar en las aulas de economía: la búsqueda del máximo beneficio personal, que sin querer promueve la optimización de los recursos en toda la sociedad. Suena perfecto. ¿Pero qué pasa en la realidad?
La teoría suena muy bien
En resumen, la mano invisible describe un proceso en el que: el comprador quiere productos baratos, el vendedor desea beneficios, ambas partes obtienen lo que necesitan y el mercado alcanza automáticamente el equilibrio. Los productores aumentan la calidad del producto para ganar dinero, y los consumidores votan con su billetera eligiendo los mejores productos. No hay nadie al mando, pero los recursos se distribuyen de manera ordenada.
En el mercado de inversiones es igual. Los inversores minoristas e institucionales compran y venden acciones según sus propios objetivos, y sus comportamientos de negociación determinan el precio de los activos. Las acciones de buenas empresas suben, obteniendo más financiación, mientras que las malas empresas son eliminadas. Parece que el mercado está llevando a cabo automáticamente una selección natural.
La pregunta es: la realidad no es tan limpia.
Las externalidades negativas han sido ignoradas. Una fábrica que busca maximizar sus beneficios puede verter desechos sin tratar. El costo de la contaminación es asumido por la sociedad, no por el productor. La mano invisible ha fallado aquí.
La falla del mercado está en todas partes. La teoría asume competencia perfecta y participantes racionales, pero los monopolios, la asimetría de la información y la manipulación están presentes en todas partes. La información que tienen los inversores minoristas al comprar acciones es muy inferior a la de las instituciones.
La desigualdad de la riqueza es ignorada. La mano invisible no se preocupa por la equidad en la distribución. El resultado es que unos pocos acumulan riqueza, mientras que la mayoría queda rezagada. Infraestructura, educación, cosas que el mercado no puede proporcionar de manera efectiva, son inalcanzables para los pobres.
Las personas no son racionales en absoluto. La economía del comportamiento ha demostrado que nuestras decisiones están llenas de sesgos, emociones y la psicología de la multitud. ¿Es racional que un minorista con FOMO compre alto y venda bajo?
¿Así que?
La mano invisible no es una llave maestra, ni es una prueba de que el mercado nunca se equivoca. Es efectiva bajo ciertas condiciones, pero en muchos casos requiere regulación, intervención y guía humana.
Para los inversores, no confíen demasiado en que el mercado corregirá todo por sí mismo. Las burbujas, colapsos y manipulaciones ocurren todos los días. Es importante entender cómo funciona el mercado, pero es aún más importante saber cuándo el mercado fallará; ese es el verdadero riesgo.