Últimamente he estado siguiendo el canal de gobernanza de Lorenzo y se nota claramente que el ambiente ha cambiado.

La antigua euforia de “¡Vamos! ¡A la luna!” ha desaparecido, y aquellos días en los que cada propuesta se convertía en un debate acalorado también han quedado atrás. Ahora, al revisar el historial del chat, parece más bien que estás escuchando a un grupo de personas haciendo conciliaciones de cuentas: las propuestas se redactan como informes semanales de trabajo y, en la fase de votación, básicamente todo se reduce a un “confirmado recibido, ningún problema”.

No hay fuegos artificiales, ni emojis saturando la pantalla, e incluso casi nadie lo comparte ya en Twitter.

Pero este silencio, en realidad, dice mucho: Lorenzo está transformando la “gobernanza” de un espectáculo en un trabajo real y tangible.

Las propuestas ya no son un concurso de consignas. Puedes ver datos, lógica, detalles concretos de lo que se va a hacer; es como revisar las cláusulas de un contrato antes de firmar, en vez de escuchar a un comercial leyendo una presentación de PowerPoint.

Este cambio no es glamuroso, pero sí sólido. Al fin y al cabo, los protocolos que realmente perduran no son los de quienes gritan más fuerte, sino los de quienes están dispuestos a sentarse y hacer cuentas.