El gigante bancario francés BPCE—que gestiona la asombrosa cifra de 1,6 billones de euros en activos—acaba de habilitar la compraventa de criptomonedas para sus clientes. Hablamos de acceso para comprar y vender monedas digitales a través de una de las mayores redes de banca cooperativa de Europa.

No se trata de una startup fintech de nicho probando suerte. BPCE opera bajo una estricta supervisión regulatoria y da servicio a millones de personas en toda Francia. Su movimiento señala algo más grande: las finanzas tradicionales han dejado de mirar desde la barrera. Cuando instituciones de este calibre empiezan a ofrecer servicios cripto de forma directa, se reescribe el manual para la adopción generalizada.

El momento también importa. Mientras algunas regiones endurecen las restricciones, los bancos franceses están construyendo infraestructura. Los clientes que antes gestionaban sus criptos en plataformas separadas ahora pueden hacerlo junto a sus euros: mismo acceso, mismos estándares de cumplimiento. Se acabó explicar transferencias bancarias a exchanges dudosos.

¿Qué implica esto? Potencialmente, rampas de entrada más sencillas para los inversores minoristas que confían más en su banco local que en plataformas extranjeras. Para el sector, es una validación de que las criptomonedas no van a desaparecer; se están integrando en el sistema. BPCE acaba de convertirse en parte de ese puente.