Recibí una transferencia en plena noche y, en ese instante, me quedé mirando la pantalla del móvil durante mucho tiempo. 320.000, para muchos quizá no signifique gran cosa, pero para mí representa el precio de todos estos años luchando en el mercado cripto: cada vez menos pelo, gastritis cada vez peor y el insomnio convertido en rutina diaria.

Cuando entré en el mundillo en 2016, solo tenía 5.000 monedas y ni siquiera sabía leer los gráficos más básicos. Por aquel entonces, en el sector abundaban las leyendas: gente que multiplicaba su capital varias veces gracias a información privilegiada, otros que se hacían ricos de la noche a la mañana jugando con apalancamiento. Yo no seguí la corriente y elegí el camino que parecía más tonto: no perseguir modas, no tocar derivados, no creer en gurús que prometían grandes ganancias.

De 5.000 a 1.200.000, tardé cuatro años enteros. Durante ese tiempo, sufrí innumerables liquidaciones y, tras cada una, me obligaba a levantarme y analizar mis errores. Adopté una costumbre: desglosar a diario cientos de registros de operaciones y, en los momentos más eufóricos del mercado, resistir a toda costa la tentación de moverme. Con el tiempo entendí que, en este mercado, los que sobreviven no son los que mejor predicen la tendencia, sino los que mejor saben controlarse.

Estos 8 años de sangre y lágrimas me han dejado varias lecciones, que quiero compartir con vosotros:

**El volumen es más honesto que el precio.** Muchos solo miran las subidas y bajadas de precio, pero en realidad el volumen es la señal clave. ¿El precio sube rápido y luego cae lentamente? Lo más probable es que estén tentando a los compradores. ¿De repente hay un desplome fuerte con mucho volumen en la zona alta? No lo dudes y sal corriendo: es una señal clara de que el mercado está limpiando a los minoristas, si insistes en quedarte, prepárate para ser cazado.