Al mirar hacia atrás, llamas y nubes vuelan con viento que se levanta. No culpo a los antiguos por no verme, sino a los antiguos por no ver mi locura. Quien me comprende, son dos o tres amigos.
Poseerlo, valorarlo y estar agradecido; hay que tener siempre una actitud tranquila, no vivir constantemente a la sombra de los demás. Debemos reconocernos a nosotros mismos, encontrar nuestro lugar, seguir nuestro propio camino y vivir nuestra propia vida.
A lo largo del camino, juntos en las tormentas, sin abandonar ni rendirse, esperando en silencio, acompañándonos y apoyándonos, la amistad sincera grabada en el corazón, los cálidos sentimientos que nunca olvidé.
Pensando en mi retraimiento, en mi cobardía y fracaso, nunca sé para qué vivo realmente. Al ver sus miradas llenas de esperanza y luego de decepción una y otra vez, siempre me siento culpable, muy culpable.
Amigo, que en el viaje de nuestra vida futura, caminemos juntos y nos apoyemos mutuamente por mucho tiempo, sin importar el viento ni la lluvia, enfrentándonos con sinceridad y sin volvernos la espalda nunca.
La madurez no consiste en poder explicar muchas verdades a los demás, sino en poder convencerte a ti mismo para comprender a las personas y las cosas que te rodean.